Desde hace años, muchas personas
que se manifiestan en las calles pagan un alto precio por defender sus ideas. O
bien resultan heridas tras la actuación de la policía, o son maltratadas en
centros de detención o les imponen multas, difíciles de recurrir, por
participar en una manifestación pacífica.
“Dos personas me empujan contra
la pared y me tiran al suelo. Me sacaron fuera y se identificaron como
policías. Me dijeron que estaba detenido porque había intentado agredir al
consejero de Sanidad. Si no fuera por las imágenes, tendría serios problemas.
[...] La policía sabe que debido a sus acusaciones falsas uno puede pasar todo
el día detenido y nadie será responsable por ello. Que te detengan es una
experiencia muy negativa. A nadie le gusta estar detenido, el miedo que pasas,
que tus jefes piensen que has agredido al consejero, que tus amigos piensen que
has agredido a alguien. Tras todo esto vas con mucho miedo, vas con más
cuidado, mis amigos y mi abogado me aconsejan que no vaya a los escraches y que
en los desahucios no esté en primera línea.” Jorge, auxiliar de enfermería en
un centro de salud de Madrid.
“Me trataron de apretar los
huevos y la garganta, se veía que disfrutaban de hacerme daño […]. Había cristales
de botellas rotas y me tiraron encima a propósito; así me corté el pecho y
empecé a sangrar.” Leandro Acosta, músico de 19 años de doble nacionalidad española
y uruguaya.
“Quieren acabar con el liderazgo
de los movimientos sociales […]. Yo sigo acudiendo a manifestaciones y otras
actividades. Me dijeron que pagaríamos la multa solidariamente, pero hay mucho
miedo porque la gente no puede hacer frente a las multas. La represión de baja intensidad
está haciendo mucho daño […].” María (nombre ficticio), de 49 años, multada con
1.000 euros por formar parte de la organización de la Coordinadora 25-S Rodea
el Congreso.
“Me había separado un momento de
mis amigos, cuando se me acercó una policía rubia y me dijo: ‘Fuera de la plaza’,
y me empujó. Le contesté: ‘Ahora voy, antes voy a buscar a mis amigos’. En ese
momento, me agarraron, me tiraron al suelo y me arrastraron. El atestado
policial dice que me resistí a la autoridad y que me negué a identificarme,
pero no es cierto.” Elena (nombre ficticio), 24 años, celebraba el primer aniversario
del 15-M en Madrid.