Alfreda
Disbarro es madre soltera, natural de Ciudad Quezón. En octubre de 2013, la
policía la abordó y la acusó de tráfico de drogas. Ella lo negó y vació sus
bolsillos para demostrar que sólo llevaba un teléfono móvil y una moneda de
cinco pesos.
Los
agentes la apuntaron con un arma y la llevaron a la jefatura de policía. Alfreda
afirma que, para obligarla a confesar, un mando policial le propinó puñetazos,
le clavó los dedos en los ojos, le introdujo un trapo de fregar el suelo en la
boca y le golpeó la cabeza contra la pared. Le dijeron que firmara una hoja de
papel en blanco y la fotografiaron con tres billetes de cien dólares y un sobre
con drogas.
Alfreda
está a la espera de juicio en una cárcel local, acusada de venta y posesión de
sustancias ilegales. Aunque la examinó un funcionario médico, que halló
numerosas marcas y lesiones en su cuerpo, no se han investigado las denuncias
de tortura.